Contrasta el despliegue que los medios nacionales le dan al último informe del Índice Global de Paz con el que le dieron a la boda real el mes anterior, noticia frívola que inundó caratulas, secciones completas de periódicos y ediciones especiales de revistas.
De este importante informe, la revista Semana por ejemplo, se limita a registrar los lugares que ocuparon algunos países de Latinoamérica, dentro de los cuales Colombia como era de esperar quedo como el más violento (puesto 139 entre 153 países), aunque la revista no lo menciona bajo esa designación sino como el “país menos pacifico”. Expresión que no solo distorsiona el informe sino la realidad misma pues cualquiera que entre al website que muestra el informe resumen interactivo notara que los países están agrupados por colores; los que si se pueden designar como pacíficos o menos pacíficos, de color verde; y los violentos y más violentos, de color rojo. Una rápida mirada al mapa global les indicará que Colombia está dentro del grupo con el rojo más intenso, así que la referencia que hace Semana de “país menos pacifico” es una burda distorsión de la verdad.
La revista omite también hacer un análisis de las causas que han llevado a que Colombia sea no solo el país más violento de la región sino uno de los mas violentos del mundo entero, superado solo por países como Chad, Iraq, Afganistán, Sudan y otros que, junto a Colombia, completan los últimos 15 puestos de la lista. Pareciera que poner un informe de esta categoría en contexto y hacer un análisis serio de la situación de Colombia les estuviera prohibido sobre todo en el ambiente de propaganda con que bombardean a la opinión nacional, dirigida a consolidar la creencia de que la seguridad democrática del narcogobierno de Uribe fue lo mejor que le haya podido pasar al país; y que en consecuencia, lo que sigue es el disfrute de la prosperidad bajo el gobierno de Santos.
Medios como Semana, como buenos propagandistas calcularán que si se limitan a publicar números sueltos sin hacer análisis ni conexiones obvias con los causantes del estado crónico de la violencia que azota al país, la opinión en general seguirá ignorante o sin entender su real magnitud, y así también seguirán complaciendo a sus jefes inmediatos y al gobierno de turno a quien sirven cual apéndices de su secretaria de prensa.
Y es que en el caso colombiano, el análisis de su extrema violencia es muy simple: con ocasión de la cooptación del estado por parte del narcoparuribismo y su consecuente negación de la existencia del conflicto interno, la confrontación armada dejó de ser solo entre fuerzas estatales- paraestatales y guerrilla, y paso a ser una guerra de terror contra todos aquellos que se resisten, denuncian o se oponen al proyecto mafioso/paramilitar/criminal de apropiación de todas las instituciones gubernamentales, políticas y judiciales del país. El resultado no podía ser otro que los miles de desaparecidos, los miles de civiles inocentes asesinados (falsos positivos), los millones de desplazados y despojados de sus tierras, la agudización de la miseria y pobreza; y por supuesto, en el lado positivo, el enriquecimiento exponencial de todos los victimarios tanto dentro del estado terrorista/mafioso como dentro de las elites políticas y económicas que lo eligieron y sostuvieron.
De ahí que los resultados dados a conocer por el Instituto para la Economía y la Paz en su quinto informe del Indice Global de Paz no deben verse con sorpresa en lo que a Colombia se refiere. El informe, que este año evalúa el estado de paz en 153 países, es el resultado de la evaluación de 23 indicadores cuantitativos y cualitativos suministrados por organizaciones reconocidas y respetadas. El Índice Global de Paz es la combinación de varios factores internos y externos entre ellos el nivel del gasto militar de cada país, las relaciones con sus países vecinos y el nivel de respeto por los derechos humanos.
Si a estos tres factores se le suman las correlaciones que hay entre indicadores como el PIB e indicadores económicos y sociales como educación, transparencia, bienestar social, etc., la ecuación final no podía ser más representativa del estado de degradación social y económica que ha alcanzado el país en la última década, tal como lo revela el Índice de Paz Global de 2011.
En el entretanto, los autores materiales e intelectuales de esta trágica realidad continúan impunes y cogobernando. Su reacción frente a las obvias e irrefutables conexiones que resultan de las judicializaciones en curso de sus subalternos más cercanos es pedir prensa, micrófono o pantalla en sus medios prepago y vociferar las acostumbradas declaraciones patéticas de que son intachables, impolutos y limpios; expresiones de las que hace eco el propio presidente Santos cuando tiene que defender a su mentor el narco parapresidente Uribe.
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