Drones como este son usados ahora por el ejercito de EEUU y la CIA en su guerra global - Foto USAF
El debate inoficioso que se ha armado con ocasión de la propuesta del marco jurídico para la paz, lo único que sirve es para demostrar que la astucia de Juan Manual Santos supera el cinismo de Alvaro Uribe.
Es sorprendente que ni siquiera Uribe que hace parte de la mafia
estatal y trasnacional que controla este país se haya dado cuenta de que la
propuesta de paz de Santos no es más que una farsa; al punto que anda esquizofrénico
opinando sobre los perjuicios que ocasionará a la seguridad y estabilidad
política del país; y pero aun, haciendo gala de un cinismo extremo, sustenta su oposición con el argumento de que
los crímenes cometidos por miembros de la guerrilla quedarían en la impunidad. Los únicos crímenes de lesa humanidad que pueden quedar
impunes son los que El cometió en contra ciudadanos inermes e inocentes (miles de ejecuciones
extrajudiciales (falsos positivos), asesinatos de sindicalistas,
desapariciones, decenas de masacres, etc..).
Si ni siquiera Uribe se da cuenta que cualquier proyecto de paz tiene
que contar con la venia del gobierno de los EEUU, imagínense que se puede
esperar de la gran mayoría del resto de colombianos.
De ahí que no sorprende que el país en general celebre la aprobación de la
farsa que constituye el llamado marco jurídico para la paz, repitiendo lo que ocurrió
con la farsa del plan de paz bajo la administración del nefasto Andres Pastrana.
Solo los pocos que conocen la historia de dominación ejercida por el
gobierno de EEUU y sus multinacionales sobre todo el estado colombiano se darán
cuenta que mientras las elites políticas y económicas que gobiernan el país sean
simples agentes del imperio dominante, las esperanzas de que se logre la paz
serán muy remotas, sino inexistentes. Porque
el logro de la paz, ya sea producto de negociaciones con la guerrilla o no,
tiene que pasar primero por una transformación política y económica que se
traduzca en justicia social, redistribución de las tierras y riquezas del país,
en una reducción sustancial de la inequidad; y en ultimas, en un mejoramiento
significativo en la calidad de vida de todos los colombianos.
Cambios que no les interesa ni les conviene al gobierno de EEUU, mas
aun en el actual escenario geopolítico regional y mundial. La existencia de la
guerrilla, y el conflicto interno que ello conlleva, seguirá sirviéndoles un
doble propósito:
- Asegurar la permanencia y hegemonía de sus multinacionales en el control de los sectores productivos económicos más rentables (petróleo, gas, minerales, agroindustria, infraestructura)
- Mantener el negocio de armas y equipo militar, y consecuentemente la presencia militar en territorio colombiano (ya sea con presencia directa de sus fuerzas armadas o a través de contratistas mercenarios, o una combinación de las dos) con miras a recuperar el control geopolítico en toda la región. Y de añadidura, utilizar esa presencia y equipamiento militar para derrotar a sus competidores en el negocio del narcotráfico y convertirse en el único cartel que controla y usufructúa el billonario negocio (cartel que lo conforman la CIA, la DEA, empresas contratistas de mercenarios; y por supuesto, los altos mandos militares y lacayos políticos colombianos que les sirven de agentes locales).
Dada la situación geopolítica regional, y en el contexto del conflicto interno colombiano,
lo que se debe esperar es un escalamiento de la guerra contra la guerrilla y en
general contra cualquier manifestación de protesta, resistencia u oposición al
actual régimen. Nada más favorable para el gobierno de EEUU que la continuación
y agudización del conflicto, pues ello les permite incrementar su presencia
militar, y el flujo de armas y equipamiento militar (incluidos sofisticados
equipos de vigilancia transfronterizos)
hacia Colombia, desde donde podrán continuar con su estrategia de desestabilización
de los gobiernos vecinos que dejaron de ser sus sirvientes; y eventualmente,
intervenir militarmente en sus países bajo el pretexto de que apoyan a la
guerrilla colombiana o a carteles de narcotráfico.
Aun haciendo a un lado el poder determinador del gobierno gringo en cualquier intención de pacificación del país, la propuesta de Santos no resiste ni el más superficial análisis. El marco jurídico para la paz no es más que una réplica burda del esperpento que terminó siendo la ley de justicia y paz de Uribe; que no fue otra cosa que una parodia de entrega de armas y de sometimiento a la justicia.
La diferencia es que la ley de justicia y paz fue negociada con los narco
paramilitares. De hecho redactada por ellos mismos, y como tal la entrega de
armas y sometimiento a la justicia era una
pura farsa. Tampoco los narcoparas tenían que reclamar que la ley les creara espacios
políticos, pues eran (y siguen siendo) el brazo armado de las elites económicas
y clases políticas que precisamente gobiernan el país; de hecho desde antes de
la ley ya tenían miembros de sus bandas en el congreso; y en el 2002, uno de
los suyos asumió la presidencia. Cosa
que no pasa con el marco propuesto para el “sometimiento” de la guerrilla, cuyo
supuesto espacio político solo será para quienes no estén condenados o tengan
procesos penales por crímenes de lesa humanidad; es decir solo para los
guerrilleros rasos porque prácticamente todo el estado mayor de las FARC y sus
comandantes tienen procesos judiciales en curso.
En ultimas, asumiendo que la guerrilla aceptara rendirse y someterse a
la justicia (cosa que por supuesto no ocurrirá), los únicos que tendrán
espacios para participar en procesos electorales serán los humildes campesinos
que conforman las primeras líneas de defensa de la guerrilla, quienes ni
siquiera han logrado empezar o terminar su escuela primaria, y que se han
tenido que incorporar a las guerrillas precisamente porque el estado colombiano
les ha negado el derecho a la educación; y a sus familias, el derecho a una mínimas
condiciones de subsistencia (techo, servicios básicos, trabajo, salud). Con el
antecedente del exterminio que sufrió la Unión Patriótica, no parece razonable
esperar que ciudadanos de la sociedad civil cometan el suicidio de salir a la
plaza publica a hacer política en representación de los grupos guerrilleros
desmovilizados.
En conclusión, el país está debatiendo otro proceso de paz fraudulento
y que nacerá muerto pues como está concebido no tendrá contraparte. Pero eso no es lo que le importa al gobierno
de Santos ni a sus patrones. Al final,
tal como ocurrió con el proceso de paz bajo el gobierno de Pastrana, el aparente
fracaso lo utilizarán como pretexto para reforzar la propaganda de que la
guerrilla no tiene voluntad de paz (léase de rendirse incondicionalmente). Lo que en la práctica será un logro muy
importante para el establecimiento pues la fabricada falta de voluntad de la
guerrilla la utilizarán para el escalonamiento de la guerra y con ello el
incremento de la intervención militar gringa en el territorio nacional, en
desarrollo de su nueva política de guerra global.
Si con el montaje que hicieron con el proceso de paz del Caguan los
gringos nos embutieron el Plan Colombia (léase, falsos positivos,
desplazamientos masivos, masacres, incremento del narcotráfico, mas miseria,
etc.), preparémonos para lo que viene como resultado del anticipado (y así
diseñado) fracaso del plan de paz de Santos (asesinatos y masacres desde
aviones gringos no tripulados – drones-, incremento de falsos positivos, de
desplazados, culminación del proceso de militarización de todo el territorio
nacional, masificación de las chuzadas, espionaje, exterminio de los últimos
reductos de los verdaderos partidos de izquierda, etc….).