A esa falsa premisa, hay
que agregarle el hecho de que su decisión de por quién votar es en muchos casos
forzada o inducida, influenciada por información tergiversada y manipulada que
no coincide con la realidad, asi esa realidad la estén sufriendo, viendo en su
cotidianidad. Los discursos triunfalistas no pueden alegar que sus electores
votaron en conciencia si la información que les han suministrado y en la que basan
su decisión es tergiversada, y en el peor y más común de los casos, opuesta
totalmente a la verdad.
No de otra manera se
explica que derechos humanos fundamentales como es el derecho a vivir en paz y
dignamente, sea mezquinamente manipulado a tal punto que a millones de seres
humanos les han inyectado la perversa idea de que la paz se logra ganando las
guerras, esto es eliminando al “enemigo”.
En el caso colombiano la
manipulación del derecho a vivir en paz ha superado los límites de la
mezquindad humana. Asi es como se puede retratar lo que está sucediendo durante
el proceso electoral en curso con miras a elegir al próximo presidente de
Colombia. Con mayor o menor nivel de mezquindad, tanto la campaña del
presidente candidato como la de su contendor han usado políticamente el derecho
a vivir en paz que tienen todos los colombianos.
Los dos candidatos que
quedan en la contienda electoral mienten cuando identifican solamente a la
guerrilla como la causante de la violencia y miseria que azota al país. Los dos
candidatos no solo encubren la violencia y el terror causado por el estado, sino
el hecho incuestionable de que el origen y agudización de la miseria e
injusticia social se deriva de las políticas económicas en favor de las elites
locales y trasnacionales.
En ultimas, manipulan la
información y juegan perversamente a la guerra contra la guerrilla para
esconder el hecho de que el conflicto interno ha perdurado (o lo han hecho
perdurar) por más de 50 años, simplemente porque la guerra no es contra un
grupo de colombianos que decidió recurrir a las armas para defenderse de la
violencia, el terrorismo y explotación estatal, sino contra todo el pueblo
colombiano, como pretexto para, a través de la represión y violencia, mantenerlo
a raya y asi asegurar que el control del poder estatal, la propiedad de las
tierras y la explotación de sus recursos siga en manos de unos pocos privilegiados.
No hay muchas
diferencias en la manipulación perversa del conflicto entre las dos campañas
presidenciales que se disputarán la presidencia el próximo 15 de Junio, pues al
fin y al cabo los dos candidatos son fieles representantes de esas clases
dominantes que buscan perpetuarse usando como pretexto precisamente la
existencia del conflicto. El dilema de siempre de los colombianos: votar por
el menos peor o el menos dañino para el país.
No obstante, hay hechos
reales como las negociaciones de paz que se desarrollan en La Habana que
deberían considerarse a la hora de inclinarse por la re elección de Santos. No como
una expresión de voto de confianza plena en sus reales intenciones en la mesa
de negociaciones y en el proyecto de paz que tenga en mente, sino porque la
dinámica y resultados parciales de las negociaciones, asi como la trascendencia
que han tenido en el ámbito internacional, podrían influir para que en un
segundo gobierno de Santos, los eventuales acuerdos que finalmente se plasmen
en un documento se constituyan en el referente para el diseño de un pais mas justo,
asi muchos de los cambios que resulten de las negociaciones no se puedan
concretar en el inmediato plazo.
Quienes voten por
Zuluaga no votarán por un proyecto alterno de paz como lo pretende vender su campaña.
De hecho, lo que plantean no debe llamarse una propuesta alterna de
negociaciones, pues no se puede hablar de “negociación” cuando lo que esperan
es la rendición del enemigo; pero aun, cuando ese enemigo ha sido magnificado,
usado perversamente y responsabilizado como el único causante de las desgracias
del país. Es una treta burda del
narcoparauribismo pretender hacer creer que, aun en el evento de que las FARC
acepten rendirse, entregar las armas y someterse a la justicia, el conflicto
interno llegará a su fin y que todos los problemas sociales y económicos se solucionarán
como por arte de magia.
Es iluso pensar que aun
con Santos se verán cambios significativos en la vida de la mayoría de
colombianos, ni siquiera tal vez para quienes han sufrido directamente las
consecuencias de la guerra, pero al menos, con un proceso de negociación
política del conflicto en curso, persiste la esperanza de que en el corto plazo
pueda haber un cese del asesinato de colombianos y que durante ese periodo
nuevas fuerzas internas o fuerzas externas puedan coadyuvar a que el gobierno instituya
unas mínimas reformas sociales y económicas, asi el modelo económico depredador
y explotador continúe siendo el referente de las políticas macro.
Nada de eso se vislumbra
si el narcoparauribismo puro reasume el control del estado. La violencia y terror
estatal se agudizarán desde el primer día de su narcogobierno. La “Colombia distinta”
que promete el narcoparauribismo no puede entenderse sino como la culminación del
proyecto de refundación de la patria, el cual se vio truncado tras el impedimento
para la tercera re elección de Uribe.
Esa Colombia distinta no
está planteada pensando en el país como nación; ni siquiera pensando en los 3.5
millones de votantes que le permitirán volver al poder; de hecho solo una mínima
fracción de esa masa de votantes será beneficiaria de ese proyecto guerrerista:
los narco terratenientes que podrán recuperar y acumular ilegalmente más tierras,
las mafias empresariales y financieras que ganan con cualquier candidato pues siempre
le apuestan a todos los candidatos en contienda, los señores de la guerra (narcoparamilitares
y altos mandos de las FFMM), y las mafias políticas en el congreso que aun habiendo
apoyado a Santos, e incluso haber sido elegidos por la Unidad Nacional, estarán
prestos a dar la voltereta y re acomodarse dentro del narcoparauribismo y asi garantizarle
la mayoría aplastante que necesita para aprobar todos los proyectos de ley que presentará
su presidente títere.
Por fuera de la masa
electoral también hay muchos buitres y halcones frotándose las manos y cruzando
los dedos para que el narcoparauribismo retome el poder: los mercaderes de la
muerte, léase los fabricantes de armas y equipos de guerra; los denominados inversionistas
extranjeros que quieren más gabelas tributarias, garantías jurídicas e
inmunidad para saquear los recursos; y por supuesto, el gobierno gringo que por
ser el depositario del prontuario criminal de Uribe (y por ende su protector
contra su enjuiciamiento), será quien realmente definirá las políticas económica,
militar e internacional de su tercer mandato (más bases militares, rompimiento
de relaciones con Venezuela, centro de operaciones para una eventual intervención militar
contra Venezuela, más gabelas para sus multinacionales, incremento de la deuda,…)
"En mi gobierno los colombianos que sobrevivan van a vivir mejor". OIZ
— San Turrón (@He__dicho) May 27, 2014
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