El reciente hecho
derivado precisamente de este conflicto es la retención por parte de las FARC,
del periodista francés Romeo Langlois. Y como se trata de un periodista
extranjero que cubría lo que a los pocos periodistas colombianos (honestos y
competentes) no les está permitido cubrir, el hecho se convierte en una oportunidad
para, en retrospectiva, presente y futuro, hacer un análisis sobre el nivel,
rigurosidad, profundidad e imparcialidad con que este conflicto ha sido tratado
por la prensa colombiana.
Al respecto, lo primero
que sale a flote es que si no fuera por reporteros independientes como Romeo
Langlois, la gran mayoría de acciones y consecuencias de la guerra que se libra
en Colombia no pasarían de ser simples “actos terroristas” cometidos por una
sola de las partes en conflicto.
Y así se percibe porque
el periodismo colombiano se ha reducido a básicamente dos categorías: los que
no cubren el conflicto, y los que lo “encubren”.
Los primeros, aunque
contados, no lo cubren pero no porque no lo quieran hacer, sino porque si lo hacen
(de hecho algunos lo han hecho) son objeto de amenazas, estigmatizaciones, de campañas
de descredito, y hasta de atentados contra su vida. La cifra de periodistas
colombianos asesinados, coincidencialmente luego de recibir amenazas y falsas
acusaciones de ser voceros de la guerrilla, alcanza la cifra escandalosa de 20
en la ultima década. A estas ejecuciones extrajudiciales por parte del estado
colombiano se suman las decenas de periodistas que han tenido que huir del país
escapando las persecuciones y amenazas de muerte, no solo contra ellos sino
contra sus familias.
La segunda categoría, los
mal llamados periodistas que “encubren” el conflicto, son los aliados, cómplices
y sirvientes del gobierno de turno, y que trabajan para grupos empresariales
nacionales o extranjeros propietarios de los grandes medios de comunicación y
de muchos otros negocios; y que por lo mismo no son más que cajas de resonancia
de la propaganda y desinformación que genera el régimen. Y esto tiene lógica,
pues es precisamente la negación, el ocultamiento, la minimización o la distorsión
del conflicto interno lo que les permite perpetuarlo, con todos los beneficios
económicos y políticos que ello conlleva: mantener un gobierno represivo y en
permanente estado de guerra contra la población, lo que a su vez les permite
mantener e introducir políticas económicas que se traducen en billonarias
ganancias para un grupo minúsculo de corruptos colombianos conformado por quienes
hacen parte del gobierno y las elites políticas/empresariales que lo eligen y sostienen;
y obviamente, para gobiernos extranjeros y sus multinacionales que son las que
alimentan el circulo vicioso de la violencia, el saqueo y la corrupción que
carcome a toda la nación.
No es sino develar quienes
están detrás de algunos de los medios prepagados que la gran mayoría de
colombianos escucha, lee o sigue por televisión todos los días:
- RCN de propiedad del grupo Ardila Lule quienes también son dueños de grandes conglomerados industriales como ingenieros azucareros, plantas de biocombustible, agroindustrias, embotelladoras de gaseosas, empresas textiles, y hasta de equipo de fútbol.
- La W Radio y Caracol Radio de propiedad del grupo Prisa, uno de los conglomerados de medios mas poderosos de España y como tal con inmenso poder de influencia en los gobiernos de España y Colombia.
- El Tiempo, que siempre ha estado en manos de la oligarquía mas rancia del país, la familia del presidente Santos, y que recientemente ha pasado a manos del cacao más poderoso del país, Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien es también el contratista más grande del estado, el mayor especulador/usurero del sistema financiero y un gran beneficiario del lavado de dinero del narcotráfico.
- El Espectador y Caracol TV, de propiedad del Grupo Santo Domingo, ex propietario de la empresas Bavaria y Avianca, quienes además de las inmensas ganancias obtenidas por la venta de estas empresas, especialmente de Bavaria, vieron incrementar exponencialmente sus riquezas (de la noche a la mañana) mediante la exención de billones de pesos que debían pagar como impuestos con ocasión de la venta, pero que se los robaron gracias a artimañas financieras y tributarias que, en contubernio con el gobierno de entonces, les permitió cerrar el millonario negocio como si fuese una fusión empresarial. Hoy el nombre de este ladrón de cuello blanco es venerado como si hubiese sido el mayor benefactor del país, solo porque ha construido un par de escuelas.
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