Como se había anticipado, Petro ha sido destituido como alcalde de Bogotá,
y de encime inhabilitado para ejercer cargos públicos
durante 15 años. Las reacciones de uno y
otro bando también eran de anticipar. Los
buitres del sistema, promotores de la destitución, hipócritamente expresando solidaridad
con Petro y al mismo tiempo declarando que respetan y acatan la decisión del inquisidor
Ordoñez. Por su parte las organizaciones
sociales, partidos de izquierda y amplios sectores de la población en general, han
reaccionado condenando la decisión y congregándose en la plaza de Bolívar para
manifestar su rechazo.
"Ordóñez, fascista, usted es el terrorista" grita la gente en la Plaza de Bolívar.
— María G. de la Torre (@Caidadelatorre) December 11, 2013
Sobran razones para repudiar y rechazar la decisión arbitraria,
autoritaria e ilegal tomada por el inquisidor, el problema es que se acude a
resaltar como que es la “democracia” colombiana la que ha sido asaltada. De qué
democracia se puede hablar en un país en el que servidores públicos elegidos
por voto popular son destituidos de tajo por un alto funcionario camandulero y de ultraderecha que se auto
atribuye poderes que no le competen y que ha sido elegido por congresistas
corruptos a los cuales debe investigar luego de posesionado en el cargo. Para no mencionar las supuestas faltas administrativas y actuaciones ilegales que invoca como fundamento para justificar la destitución de Petro: devolverle a la
ciudad el control de la administración y recolección de basuras (i.e., evitar
que mafias de políticos y contratistas privados se roben los recursos de los
bogotanos).
Con todo y la vasta historia de violaciones de la constitución y los
derechos básicos de los ciudadanos, el pueblo colombiano sigue empeñado en
creer que, por el hecho de que cada cuatro años tienen la posibilidad de elegir
mediante un proceso de votación a unos servidores públicos, Colombia es una nación
democrática. Nada más falso! El sistema político
colombiano es tan corrupto, y así ha sido concebido, que las elecciones son meramente un distractor,
un embeleco diseñado precisamente para hacer creer que existe una democracia. Los que hacen parte o defienden el régimen son
tan patéticos, cínicos que tienen el arrojo de presentar a Colombia como la
democracia más antigua del continente!!! Vaya insulto!
Y les funciona porque el pueblo sigue convencido de que su voto vale; y
eso cuando el voto es libre y consciente, porque lo que predomina es que la
gran mayoría votan bajo presiones, engañados con promesas de que luego de cada elección
los sacaran de la miseria, e incluso bajo la amenaza de una arma o motosierra,
o de ser desplazados.
Lo cual nos lleva a reafirmar que el proceso electoral colombiano es una
farsa. El problema es que ni siquiera eventos como la destitución de Petro ayudan
a que el pueblo se despierte, reaccione y proteste pero en forma masiva, a lo
largo y ancho del país, e indefinidamente hasta que el establecimiento se
derrumbe; o hasta que su respuesta violenta en el intento de sostenerse llame
la atención e intervención de organizaciones internacionales.
El lavado de cerebro al que han sometido al pueblo es tal que no les
permite ver que el cambio del sistema político, económico y de gobierno actual
no se dará a través de mecanismos electorales.
Las mafias políticas y empresariales que han diseñado ese sistema harán hasta
lo imposible por mantenerlo y defenderlo.
Como mecanismo distractor seguirán vendiéndole al pueblo que como tienen
derecho al voto, la “democracia” es real, existe. Lo que no les dirán es que, igual que con
Petro, cualquier gobernante elegido por voto popular y que traspase la línea que
han trazado como limite a partir del cual sus intereses se ven amenazados, será
removido, incluso eliminado.
La mal llamada democracia colombiana está tan perfectamente concebida para beneficio de las mafias políticas
y empresariales locales, y principalmente para beneficio de los poderes
externos que son los que realmente controlan y gobiernan, que hasta espacios
para algunas fuerzas o partidos políticos de oposición al sistema han sido previstos.
Pero, como se mencionó anteriormente, con
límites claramente definidos. De ahí que
a fuerzas políticas con tintes de izquierda como el polo democrático, les está permitido
ganar cierto número de curules en el congreso; y hasta ganar por vía electoral
el segundo cargo más importante del país, la alcaldía de Bogotá, como fue el
caso de Petro con su nuevo movimiento político denominado “progresistas”. Pero eso será lo más lejos que les dejarán
llegar; de hecho, Petro iba por una ruta que conducía a destinos más lejos de
lo permitido, y por eso le hicieron la guerra, hasta que lo sacaron. Y por eso
mismo no permitirán que un segundo Petro se tome la alcaldía de Bogotá, o que
otros Petros accedan a similares cargos públicos de elección popular y que
representen una amenaza para los intereses de los buitres locales y los
vampiros extranjeros.
Quienes aún siguen aferrados a la ilusión de que viven
en un país democrático, se referirán a
lo que representa Jorge Robledo en el congreso, por poner solo un ejemplo, como evidencia de que la democracia si existe,
y que la representatividad de fuerzas e ideologías alternas al establecimiento es real. Si, Robledo y otros tantos han logrado curules
en el congreso como resultado de un proceso electoral, y una vez allí hasta les
es permitido que cuestionen duramente al régimen, que denuncien sus excesos y
actos de corrupción, pero siempre como minoría, y asi nunca podrán producir reformas
que alteren sustancialmente o cambien el sistema corrupto existente. De vez en cuando, a lo sumo les dan la cabeza
de un ministro o de un embajador, y eso que la cabeza sacrificada no es para
ponerla a disposición de la justicia sino para nombrarla en otro alto cargo público.
No es sino recordar el caso del célebre embajador en EEUU, el ladrón de cuello
blanco Urrutia, a quien Santos finalmente no lo destituyó, con todo y las
graves denuncias presentadas por Robledo, sino que lo reemplazó, y no demorará
en nombrarlo en otro alto cargo. Y asi el juego continúa,…con el resultado
predeterminado de que los únicos ganadores son los buitres y halcones que concibieron
y son dueños del sistema.
Por eso es que hemos reiterado que el proceso de paz es también una
farsa. Si es que se firma algún acuerdo
en la Habana, a los comandantes de las FARC a lo sumo les permitirán ocupar
unas pocas curules en el congreso, y algunos cargos públicos a nivel regional y
municipal; y hasta les permitirán que hagan propuestas radicales sobre cambios
en el sistema político y económico; y hasta pondrán a opinar a todo el país,
pero sus propuestas serán aplastadas por las mayorías en el congreso que representan
y defienden al establecimiento. Al final todo continuará igual,…..o peor, como
ha ocurrido luego de la desmovilización del M-19.
No hay comentarios:
Publicar un comentario