lunes, 23 de junio de 2014

La pedagogía sobre la paz de Santos, más de lo mismo: distorsiones y manipulaciones de las causas verdaderas del conflicto


Difícil entender lo que esta pasando por la mente del reconocido escritor colombiano William Ospina. Dos de sus más recientes columnas en El Espectador generan muchas preguntas sobre las motivaciones de sus elogios con Alvaro Uribe Vélez. Para sorpresa de sus lectores, en su columna justo antes de la segunda vuelta presidencial, anunció que votaría por el candidato títere de la pandilla narcoparauribista.

Sus contradicciones se tornan mas incomprensibles con ocasión de la columna que publica hoy El Espectador, en la que luego de hacer un recuento de las causas del conflicto e identificar a los arquitectos y alimentadores del mismo,  termina prácticamente sugiriendo que hay que agradecerle a Alvaro Uribe haber hecho de la "seguridad democrática" la prioridad de su administración, pues al éxito de esa política de gobierno se debe que hoy Santos este adelantando un proceso de negociación política del conflicto con las FARC. Difícil digerir tremenda incongruencia sin que pase por la mente que algo grave esta pasando en el cerebro de William Ospina, quien además de sus exitosas novelas, ha sido reconocido por su pensamiento humanista, social demócrata; y para muchos incluso, como militante de la izquierda.

Cómo alguien que tiene claridad sobre las causas reales del conflicto interno colombiano y con la misma claridad señala a sus artífices, puede dar un giro de 180 grados y terminar elogiando una política criminal de gobierno diseñada para perpetuar y agudizar la guerra, abrir el país de par en par a los saqueadores extranjeros y sus socios criollos; y consecuentemente, producir los efectos trágicos y horrorosos que nadie, aun con una pizca de sensatez puede ignorar: violaciones sistemáticas de derechos humanos, miles de ejecuciones extrajudiciales, millones de campesinos violentamente desplazados y despojados de sus tierras, miles de desaparecidos y perseguidos entre opositores políticos, sindicalistas, educadores, periodistas,....para solo mencionar algunas de las aberraciones que constituyen el legado de la seguridad democrática del narco gobierno de Uribe.

Claro que si se trata de reconocer las "bondades" de la seguridad democrática, el propio Santos lo ha reiterado y lo sigue repitiendo en cuanto evento publico aparece; pero con el no hay contradicción pues además de haber hecho parte del gobierno de Uribe, es fiel representante de las castas mafiosas y elites políticas que se han beneficiado de la guerra; así que no hace falta que William Ospina se lo recuerde. La contradicción salta a la vista cuando una farsa como esa es endosada por alguien que se ha caracterizado por desenmascarar y denunciar a los manipuladores de la realidad.

Y esto nos lleva a comentar otra columna que publica hoy la Revista Semana escrita por Juan Diego Restrepo. Dice este columnista que para que en el segundo mandato de Santos su iniciativa de paz tengan mas aceptación entre la opinión publica, su gobierno debe trabajar en mejorar la comunicación con el pueblo, y termina sugiriendo elementos que deben incorporarse en el manejo de la comunicación sobre el proceso de paz, a lo que Santos le ha dado el nombre de “pedagogía sobre la paz.”

El columnista de Semana critica, y con razón, que el gobierno no haya hecho pedagogía entre los colombianos sobre las verdaderas causas del conflicto, las motivaciones para la iniciación de los diálogos en La Habana, los alcances de esos diálogos y los beneficios para la sociedad colombiana si los diálogos culminan en un acuerdo y si lo que se acuerde se implementa...  El columnista sugiere que entre los mecanismos para desarrollar una pedagogía sobre la paz se diseñe cartillas para que se distribuyan y se discutan en las escuelas, colegios, universidades, empresas, centros comunitarios, etc. Una propuesta muy pertinente, por su puesto, si no fuera porque es al propio establecimiento, incluidas sus oligarquías y mafias políticas y empresariales, a quien no le interesa que el pueblo colombiano conozca  a cabalidad la naturaleza y origen del conflicto, sus causas verdaderas y quienes han sido sus artífices dentro y fuera del establecimiento.

Si algo le produce pavor al establecimiento es que el pueblo identifique a la guerrilla como lo que es, su interlocutor en las actuales negociaciones, y no como el gobierno de Santos y todos los gobiernos que le han antecedido han manipulado y usado el conflicto: que el conflicto es entre el Estado colombiano (vendido este como que representa y defiende los intereses, bienestar y seguridad de todos los colombianos) y un grupo de facinerosos que de un día para otro amanecieron armados y empezaron a cometer actos violentos (últimamente denominados actos terroristas) en contra de ese "Estado" y por lo tanto de todo el pueblo colombiano.

Qué interés puede tener el establecimiento en que, por ejemplo, un estudiante de secundaria de cualquier colegio de los apartados municipios del país correlacione la situación de exclusión y miseria de su familia y de su comunidad con los hechos que hace 50 años dieron origen a la guerrilla. La idea errada que ese estudiante tiene acerca de la violencia y sus raíces no solamente es producto del bombardeo de propaganda a que ha sido sometido por parte de los medios masivos serviles del establecimiento, sino porque el mismo sistema educativo está estructurado para que la historia del país y del conflicto sea enseñada de una manera distorsionada, y en la mayoría de los casos, falseada totalmente u ocultada pues la divulgación de la verdad atenta contra los intereses y privilegios del establecimiento y su jauría.

El conocimiento de la verdad crearía un ejército de reserva para las guerrillas no de miles sino de millones de jóvenes, y eso aterroriza al establecimiento.

La pedagogia de la paz de Santos no ira mas alla de la retorica que ha venido repitiendo y sus medios prepago amplificando: que el modelo economico no se esta negociando y que sus fuerzas armadas no seran tocadas, por el contrario seran fortalecidas. "Pedagogia" dirigida a aplacar los temores de los buitres que ven los minimos cambios sociales y politicos que producirian los puntos que se estan discutiendo en La Habana como una amenaza para el manteniento de sus privilegios. Si el pueblo colombiano tuviera claridad sobre las causas reales del conflicto, la retorica pedagogica de Santos seria rechazada, recibida como confirmacion de que el establecimiento no tiene interes en una paz verdadera con justicia social, porque es precisamente ese modelo economico excluyente, privilegiador, explotador, despojador y entreguista a los intereses extranjeros el que ha sido el causante de la miseria, exclusion, desigualdades e injusticias sociales que sufren la inmensa mayoria de colombianos. 

Asi que la pedagogía de la paz  de la que habla Santos no es más que otra de sus farsas; su objetivo no será otro que asegurar que el pueblo colombiano siga engañado sobre a quién representa el Estado y quien es realmente su enemigo. Una verdadera pedagogía sobre el conflicto le permitiría al pueblo colombiano entender que el Estado que vende el establecimiento como aquel que los representa, defiende y protege no es tal cual. O sí lo es, pero para representar, defender y proteger los intereses y privilegios de una ínfima minoría de colombianos: unas castas familiares mafiosas que han usurpado el poder desde la misma mal llamada independencia (bajo el auspicio y protección de fuerzas extranjeras); unas mafias políticas y empresariales que se encargan de sostener el aparato económico, jurídico y electoral para asegurar la perpetuidad del statu quo y con el sus privilegios; una casta mafiosa militar encargada de aplicar las políticas del terrorismo de estado; y una burguesía parasitaria que hace que ese estado mafioso funcione pero hacia adentro porque lo que el ciudadano de a pie obtiene cada vez que acude a requerir un servicio son atropellos.

Solo cuando ese estado de entendimiento del conflicto sea alcanzado es que el pueblo colombiano asumirá realmente su papel en las negociaciones que se adelantan en La Habana; esto es, entender que la contraparte del Estado en la mesa no son solamente los grupos guerrilleros sino todo el pueblo, lo cual desbarata totalmente el discurso de Santos en el sentido de que su gobierno está representando y defendiendo los intereses de todos los colombianos.

Más evidente resulta aún la farsa del mandato por la paz que Santos y su jauría dicen que recibieron del pueblo colombiano luego de su re elección. Con una verdadera pedagogía sobre el conflicto, el pueblo colombiano entendería que el único mandato que Santos obedecerá y cumplirá es el que le han otorgado las oligarquías y mafias políticas y empresariales que el fielmente representa; y por encima de todo, el mandato de sus patrones extranjeros.

En este escenario, la única posición que le corresponde asumir al pueblo como contraparte en las negociaciones es organizarse colectivamente y presionar al gobierno; primero, para que no se levante de la mesa; y segundo, para que los acuerdos que finalmente se logren se traduzcan en cambios reales que al menos solucionen algunas de las causas de la violencia; y para que las que hagan falta, se discutan a través de mecanismos de participación política, ojala de una nueva fuerza de oposición unificada en la que confluyan las ideas y propuestas  de los movimientos y partidos políticos existentes y de los que surjan luego de la firma de los acuerdos de paz.

El mandato del pueblo colombiano no es para el gobierno de Santos sino para las organizaciones comunitarias y movimientos sociales y políticos que en el ultimo año han puesto contra la pared al establecimiento a través de movilizaciones y paros: las organizaciones de campesinos, indígenas, cafeteros, estudiantes, marcha patriótica, unión patriótica…. Estas organizaciones deben deslindarse del discurso manipulador de Santos y su mandato por la paz, y estar en permanente alerta para movilizarse masivamente frente a cualquier intento del propio Santos o de los buitres que se oponen a las negociaciones, de suspender o terminar las negociaciones en La Habana.

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