Como es
apenas natural la gran mayoría del pueblo colombiano lamenta el fallecimiento
de Gabriel García Marquez. No obstante, facciones de la extrema derecha
narcoparamilitar también aprovechan la ocasión para vociferar acusaciones que en
vida nunca le hicieron, al menos en publico: que se vaya al infierno por ser
“comunista” e intimo amigo de Fidel Castro, por apátrida, y hasta por guerrillero.
Tienen
razón la mayoría de colombianos al expresar consternación por las patéticas acusaciones
que circulan en las redes sociales, cuyos autores se identifican como serviles
defensores del narcoparauribismo; lo cual de por si se constituye en una
afrenta contra la memoria de Gabo.
Pero el
rechazo unánime que hay que expresar a las criticas del narcoparauribismo no
implica que a Gabo haya que blindarlo contra otra clase de
cuestionamientos. El mas relevante para
Colombia: su cohabitación casi cómplice con las oligarquías mafiosas y clanes
familiares que han ostentado el poder desde la misma independencia; quienes,
generación tras generación, incluida la de Gabo, han sido los causantes y arquitectos de la
destrucción, violencia y miseria que azota al país, del saqueo continuo de sus recursos naturales
y patrimonio económico, así como de la rendición servil para con el gobierno de
EEUU y sus multinacionales.
Lo irónico
es que quienes patéticamente cuestionan a Gabo por sus supuestas ideologías
políticas de izquierda y su indiferencia con Colombia, son precisamente
engendros de esas mafias políticas y clanes familiares con las que Gabo nunca
tuvo una posición contundente de critica, menos de denuncia. Los continuos homenajes, y elogios de los que
siempre fue objeto lo mantuvieron no solo ausente sino indiferente de la cruda
realidad que ha vivido la inmensa mayoría del pueblo colombiano. Realidad que pudo ayudar a transformar
positivamente, si por lo menos su voz y sus escritos, dado su reconocimiento
internacional, hubiesen sido utilizados
para denunciar a los arquitectos y causantes de las injusticias sociales y
violencia que predominan en el país, quienes para un personaje como él que se
identificaba con ideologías socialistas, debieron ser plenamente conocidos.
Ni
siquiera los crímenes y corrupción estatal que durante el narcogobierno de
Uribe, alcanzaron niveles de “realismo mágico”, fueron suficientes para
despertar la indiferencia de Gabo con sus connacionales: ni una critica, menos
una declaración publica condenando a los autores de los falsos positivos, las
desapariciones forzadas, los millones de desplazamientos forzados, los
asesinatos selectivos de defensores de derechos humanos, periodistas
independientes, sindicalistas, lideres políticos, la persecución y espionaje en
contra de opositores políticos, etc., etc.
Tal vez
no haya que poner en duda sus ideologías políticas de izquierda y sus deseos porque
los colombianos logren vivir en paz. Pero sus gestiones por la paz no fueron
mas allá de los deseos y alguno que otro acercamiento con gobernantes de turno exhortándolos,
facilitando e incluso intercediendo con gobiernos extranjeros para que exploren
soluciones políticas al conflicto.
Con cientos
de miles de crímenes cometidos por un estado cooptado por las mismas mafias
políticas y oligarquías que lo adulaban y homenajeaban, muchos guardábamos la
esperanza de que Gabo, por lo menos en sus últimos años de vida, hubiese tenido
el arrojo de expresar abierta y públicamente lo que pensaba de esas elites
mafiosas y oligarquías colombianas. No lo hizo ni siquiera con quienes lo injuriaron y trataron de desacreditarlo cuando fue forzado a exiliarse en Mexico: los buitres del diario El Tiempo. Tal vez se sintió intimidado al ver que uno de esos buitres es ahora el presidente de Colombia.
Ya
muerto, ni siquiera podrá ver la hipocresía y cinismo de esa sociedad mafiosa
que tanto lo aduló resaltando su amistad intima con Fidel Castro. Amigo cercano al que siempre se han referido
como dictador, terrorista, promotor de la guerrilla, y hasta causante de la
violencia que azota al país.
Se fue Gabo, el país seguirá en guerra y su pueblo sumido en la miseria, la opresión,
la exclusión social. En otros rincones del mundo, incluso en el vecindario,
otros personajes, mucho menos reconocidos que Gabo, han sido artífices de
grandes transformaciones sociales y políticas.
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