Con toda la claridad y franqueza que lo caracteriza, producto de ser el
presidente de un país que dejo de ser un lacayo mas del imperio gringo, Correa declaró:
"Nosotros
no vamos a llamar terrorista porque a un gobierno se le ocurre llamar
terrorista (...), con fundamento o sin fundamento", y agregó también
que para hacerlo habría que buscar una definición de consenso sobre el término
"terrorismo".
Frente a la posición de Correa, que es la misma de los
demás países miembros de UNASUR, la reacción inmediata de Santos no fue otra
que salir a calmar el alboroto patriotero que le armaron los medios prepago serviles
y, en clara alusión a Correa, declarar que nadie debe meterse en el conflicto
interno colombiano :
“Este es un proceso colombiano que vamos a resolver
los colombianos (esto es, siguiendo las instrucciones del gobierno de EEUU). Cuando necesitemos ayuda, si es que la necesitamos,
acudiremos, y estoy seguro que Evo Morales, Rafael Correa, Ollanta Humala, nos
darán esa ayuda para conseguir la paz. Pero mientras tanto, es un problema
colombiano y no queremos que nadie interfiera en estos asuntos internos de
Colombia”, declaró
Santos al cierre de la reunión de la CAN celebrada en Colombia.
Si Santos quiere que nadie interfiera en el conflicto
interno colombiano porque entonces las
presiones y cabildeos en esta reunión de la CAN y en las recientes reuniones de
UNASUR buscando que los gobiernos de la región les den a las FARC el
tratamiento de “terroristas”? No es esta una clara contradicción?
O es que acaso los países vecinos solo se pueden interferir
en el conflicto interno si siguen al pie de la letra el libreto imperialista, guerrerista
y terrorista impuesto por los EEUU cuyo principal elemento (desde la culminación
de la guerra fría) es la guerra contra lo que los gringos unilateral y
artificiosamente han denominado “terrorismo”?. Estrategia de la política exterior gringa que les
sirve de pretexto para aplastar cualquier movimiento popular que atente contra
la dominación y explotación de recursos que ejercen en países subyugados como
Colombia; dominación que la ejercen a través de gobernantes y políticos peleles
y serviles como Santos, de sus brazos armados estatales y paramilitares, y por
supuesto a través de las oligarquías locales que les sirven como socios o
testaferros.
Es evidente que lo que le choca a Santos y a su galería
de borregos que lo veneran es que sea precisamente en su visita a Colombia que el
presidente Correa desenmascare la farsa de la guerra contra el denominado
terrorismo exponiendo con toda claridad y contundencia sus razones para negarse
a aceptar las políticas guerreristas y de dominación imperiales.
Contrasta la independencia y lucidez mental de Correa
con la obtusa mentalidad servil de Santos y de todos sus antecesores, de toda
la clase política y de la gran mayoría de colombianos, quienes todos al unisonó
(y amplificados por los medios prepago) han salido a condenar las declaraciones
del presidente Correa, pues estas chocan con la doctrina guerrerista que les ha
inyectado el imperio gringo y su máquina propagandista. De ahí que no sorprende la euforia que ha producido
el asesinato del comandante de las FARC que con más insistencia había abogado
por acuerdos humanitarios y negociaciones políticas, las únicas alternativas para
poner fin al conflicto interno colombiano.
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