Como “ambientalistas
radicales” son calificados quienes se oponen a los proyectos de “desarrollo”
propuestos por el gobierno; mas específicamente, por su oposición a macroproyectos
de minería y a los cambios en los procedimientos de licenciamiento que se han realizado
recientemente para simplificar y acelerar la aprobación de esos proyectos.
Sin
duda el uso del termino “ambientalista radical”
no ayuda para nada en la discusión de la problemática ambiental real
asociada a los macroproyectos propuestos por el gobierno de Santos, por el
contrario desvía la discusión a ámbitos ideológicos, que en el contexto
colombiano puede conducir incluso a que esos supuestos “radicales” terminen
siendo señalados como subversivos o terroristas.
En aras
de bajarle intensidad a esas estigmatizaciones hay que empezar por reconocer
que en Colombia no hay ambientalistas, mucho menos “ambientalistas radicales.”
Las pocas personalidades que tienen algún reconocimiento a nivel nacional, si
acaso clasifican como “ciudadanos preocupados” por el medio ambiente. El
termino ambientalista implica no solo una preocupación por la protección y
conservación de los recursos naturales (que en Colombia evoluciona o
involuciona a la par con los vaivenes de la política domestica) sino el reconocimiento
de que los inmensos e irreversibles daños ambientales causados (y los que aun
pueden causarse) son consecuencia de un modelo económico capitalista depredador
que prioriza la rentabilidad rápida y fácil a expensas de las limitaciones y
sostenibilidad de la naturaleza, y del bienestar de la gran mayoría de
ciudadanos.
El debate a nivel mundial ya no es entre la protección de los recursos naturales y el desarrollo (así lo disfracen de desarrollo sostenible) sino en contra del sistema económico capitalista que ha sido totalmente usurpado por las grandes multinacionales que todo lo quieren explotar y mercantilizar para su único beneficio.
El debate a nivel mundial ya no es entre la protección de los recursos naturales y el desarrollo (así lo disfracen de desarrollo sostenible) sino en contra del sistema económico capitalista que ha sido totalmente usurpado por las grandes multinacionales que todo lo quieren explotar y mercantilizar para su único beneficio.
Si el
centro de atención de las criticas de estos “ambientalistas” no es este modelo
económico depredador, las solas preocupaciones sobre los impactos y los
tramites de licenciamiento ambiental no tendrán mayores efectos. Si se tiene en cuenta que el marco
institucional ambiental es parte de ese sistema depredador y como tal ha sido
establecido como un simple formalismo burocrático, las criticas de ciudadanos
preocupados a lo sumo propiciarán algún cambio irrelevante en los diseños y
magnitud del proyecto, y hasta un aplazamiento temporal, pero nunca su cancelación
o reformulación teniendo en cuenta todas las opiniones y preocupaciones
expresadas por las comunidades afectadas; mucho menos propiciarán una re evaluación
transparente sobre su pertinencia y los beneficios reales (sociales y
económicos) para toda la población.
Capitalism kills the planet in order to sustain its dying myth of economical prosperity.
— Edward Abbey (@Edward__Abbey) November 9, 2014
Para
efectos de evaluar los beneficios sociales y económicos hay que distinguir
entre proyectos de infraestructura y servicios públicos, por ejemplo, los
cuales son necesarios para la movilidad, bienestar social y desarrollo
económico de cualquier nación, y los proyectos extractivos como los mineros y
petroleros, los cuales son inherentemente rentistas y en un sistema capitalista
como el colombiano solo benefician a multinacionales extranjeras y a un pequeño
sector de nacionales.
Sobre
estos últimos proyectos, sin demeritar por supuesto los inmensos daños
ambientales y sociales que ocasionan, la discusión de fondo debe ser sobre las
políticas estatales, principalmente las que tienen que ver con áreas/regiones identificadas
para explotación; delimitaciones de áreas de conservación y su preservación vs.
extractivismo; mecanismos efectivos de consultas con comunidades; modelos y
términos de contratos y concesiones; porcentaje, distribución e inversión de
regalías; tecnologías, estándares ambientales y laborales; monitoreo de
explotación y ambiental, etc….
Cuestionamientos
enfocados solo a la conveniencia o no conveniencia ambiental de un determinado
proyecto minero, que de hecho ya ha sido definido inconsultamente como “viable”
por el gobierno, hace a un lado la discusión sobre las decisiones políticas que
son las que determinan no solo el nivel de impactos ambientales y sociales sino
los beneficios económicos y como éstos se distribuyen entre la sociedad.
No he
escuchado a ningún “ambientalista” cuestionar abierta y categóricamente (menos
oponerse) el modelo económico capitalista, explotador y depredador que
prevalece en Colombia y que solo beneficia a las multinacionales, a sus socios
locales y a los funcionarios corruptos que participan en los procesos de licenciamiento
minero y ambiental. Esos funcionarios corruptos son los nuevos ricos del país que
ha producido el boom minero y petrolero de la ultima década.
Como se
mencionó anteriormente, el desarrollo de proyectos de infraestructura y
servicios públicos requiere una posición y análisis diferente por parte de los
“ambientalistas”. Este tipo de proyectos
podrían desarrollarse sin mayores demoras atribuibles a la aprobación de la
licencia ambiental si los procesos de planeación fueran realmente técnicos y no
motivados por intereses politiqueros, si para las etapas de estudios de
factibilidad y de diseño se apropiaran recursos suficientes para evaluar y
seleccionar las opciones técnicas que produzcan menos impactos y mayores
beneficios, si los procesos de escogencia de las firmas de ingeniería para que
adelanten todas las fases de estudios fueran trasparentes y garantizaran la
selección de la firma mas idónea, y si las propias firmas de ingeniería se preocuparán
mas por proveer servicios profesionales de la mas alta calidad que por ganar a
cualquier precio los contratos para luego poner a trabajar mas a los abogados (con
demandas al estado por adiciones presupuestales o cambios en los diseños) que a
los ingenieros en la elaboración de los estudios.
Por el
lado de las autoridades ambientales, aunque estas sean parte integral de la
misma burocracia gubernamental que propone los proyectos, su participación debería
darse desde las etapas de planeación, designando para el efecto funcionarios
competentes y honestos que realmente tengan voz en el proceso de toma de
decisiones y sean debidamente informados sobre los avances de las posteriores etapas
de estudios y diseños, incluyendo por supuesto los avances de los estudios de
impacto ambiental.
El
proceso de socialización de estos proyectos y su posterior licenciamiento seria
mas transparente y expedito ya que la actividad de revisión de los estudios
técnicos y ambientales por parte de la autoridad ambiental se limitaría a verificar que los proyectos cumplan con
los mas altos estándares técnicos y que todas las etapas de planeación,
incluida su socialización, consultas previas, etc., se hayan llevado a cabo oportunamente
y con transparencia.
Desafortunadamente,
esto que parece tan elemental y lógico no se da en Colombia. Incluso los
proyectos de infraestructura se socializan con las comunidades (si es que se
consultan) cuando ya la decisión ha sido tomada; esto es, simplemente para
cumplir un requisito formal. Los
estudios y diseños (incluidos los ambientales y sociales) que se presentan como
soporte para obtener la licencia, siempre son incompletos y mediocres; y los
funcionarios que tienen la responsabilidad de evaluarlos, en lugar de devolver
todo el proyecto y exigir que cumplan a cabalidad o revisen los procesos de
planeación, consulta y diseños, terminan interviniendo en la definición de aspectos
técnicos que no les compete (ni tienen la preparación profesional); para no
mencionar que, luego haber tenido por años los documentos en sus escritorios,
en la mayoría de los casos se limitan a pedir correcciones irrelevantes sobre
partes del estudio o parágrafos que simplemente no le gustan al funcionario de
turno.
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